soy pirata


Soy pirata


Como pirata, el bravo me llaman. Valga como justificación de este alarde el haber ganado mil batallas. De ellas obtuve mis tesoros y el reconocimiento del mar. Nada me hubiese valido ni importado de no haber sido por el lugar que  elegí de cobijo.

Aun recuerdo mi barco surcando el mar, cortando cada ola, en las manos del viento y la tempestad, con el único fin de ganar.

Luche contra el orgullo y la vanidad, y fueron victorias difíciles y no definitivas. A por ellos voy y en guardia y vela me encuentro porque aparecerán de nuevo.

Luché contra lo inexplicable y volví a vencer. Allí los remolinos asocian el agua y el aire, allí  el sol no nace, allí busqué la forma de ver con los ojos tapados y  a mis hombres ordené gran esfuerzo. Entonces encontré mi aliento. De mi conquista gane madurez y fuerza y al instante mis tesoros los hice tuyos.

Luché contra la intolerancia y gane unas manos abiertas. Con ellas te abrace y el calor ganó tu cuerpo.

Luche con la incertidumbre y hubo momentos que creí desfallecer. Casi sin respiro, salte por encima y en lo alto vi más claro y lejos. Cuando en el mar de nuevo luché, gane certeza y sabiduría. Con ellas guirnaldas hice de oro blanco para adornar tus dedos.

Luche con el miedo, en no pocas ocasiones. Perdí algunas batallas, pero en lo lejos vi dos faros azules que inundaron mi sosiego. Me recree en ellos y el goce de la calma me hicieron valiente y fiero. Desde entonces a tus pies me arrodillo, más caballero que pirata, más caballero que mendigo, porque fue tu vientre el que acunó la luz que asustó a mi enemigo.

Luché contra infames, indignos del roce de mi espada, bucaneros pendencieros, vanidosos olvidados, pajarracos entronizados en islas desiertas. De estas lides obtuve para ti mi estima y el convencimiento de que a por ellos iré siempre antes que levanten su mano o abran su boca.

Luché contra el tiempo con la indiferencia. Nunca ordenó mi vida y mi barco fue veloz cuando quise y descansó en aguas tranquilas cuando pudo. De incontables encuentros acabe siendo paciente y la arena derramada grano a grano en el cristal  existía para mí como agua bajo el sol de mi cubierta.

Luché contra mi mismo y perdí el rumbo. Fueron entonces tus manos las que me recordaron que era  capitán de un barco a la deriva. No sé por qué pero en estos días siempre vi tierra por alguna parte, que me ofreció la hospitalidad de su firmeza.

Entre batalla y batalla crecí, y mis riquezas fueron montañas.

En tu corazón elegí guardar mis tesoros. Era mi cofre más seguro, guardián azul de mis secretos,  encierro de oro de mis vanidades, consuelo de seda para mis ojos, fuente de vida para mi alma.

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