El camino
Cada paso era una puntilla
que se le clavaba en los pies. Ya las heridas de los primeros días habían
sanado por completo, pero después de cuarenta y cinco kilómetros empezó a
sentir que el camino era un auténtico sacrificio y a arrepentirse de haber decidido dos horas
antes que podría continuar y hacer dos etapas en un solo día. El paisaje había
dejado de ser el Edén, había pasado de estar por encima de las nubes, donde
había soñado en medio del cielo, a tener
los pies metidos en fango. La respiración agitada en uno de los repechos de la
montaña lo hacían pararse cada cincuenta pasos. Ya había consumido la reserva
que tenía de leche condensada. Hasta ahora el azúcar le había inyectado en las
venas la energía en aquellas subidas empinadas. El sol tenía la intención de
grabar en su piel su torpeza. Pensaba quedarse en la primera casa que viera, le
daba igual no conseguir el objetivo. En cualquier caso ya
había andado mucho más de lo que debía.
Cuando había iniciado el
descenso y su respiración se acercaba a la normalidad vio casas a unos cien
metros. Con el deseo ardiente del descanso sus piernas apresuraron la marcha.
Al llegar, todo estaba vacío. Por una de las ventanas ondeaba la bandera
arcoíris. Habló en voz alta. Asomó la cabeza por encima de la valla, pero no
parecía haber vida. Cuando el desánimo se abría camino en su cerebro, salió una
mujer joven.
Tuvo dos pensamientos. Uno, que era imposible que la bandera fuera suya. Otro, que el
auténtico paraíso no era el que había visto en la cima, sino el que tenía delante.
Los pinchazos en los gemelos fueron los que le dieron la fuerza para preguntarle
si podría pasar la noche a cambio de treinta y cinco euros. Por cuarenta, dijo ella señalando un cartel
que había colgado en una mesa de madera. Pensó, que además de darle una tregua
a sus músculos agarrotados, contemplarla hacían de ese precio una auténtica
ganga. Se quedó.
Diez veranos después,
sentado en la misma mesa de madera de la que colgaba el cartel seguía mirándola
con el mismo amor que la primera vez que la vio.
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