CUESTIÓN DE PIEL


Cómo puede el odio recorrernos la piel
de la misma forma que el amor acaricia
con gotas tibias en un atardecer de septiembre.
¿Es una cuestión de piel?
Una piel arañada, putrefacta quizás,
o una piel acunada en un abrazo.
Laceración o el vello que se eriza con el beso sincero.
Qué impide vivir en la emoción,
qué es eso a lo que cuesta poner nombre
que mantiene al sufriente entre las uñas afiladas.
Es tan largo el duelo a veces
que por costumbre morimos una y otra vez
en noches de insomnio, nicotina y vigilia.
Y cómo ponerle fin a todo eso.
Cómo adentrarse de nuevo en la juventud
de las caricias que son gotas calientes
en enero o frías en agosto.
Es ella.
Sí, la piel,
la piel es la que marca si queremos que el tiempo
se acabe o irradie,
como un sol en la noche más cerrada,
la luz
que encuentre esos dedos sin tinta
que marquen un te quiero
entre las pecas de la espalda desnuda.

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