RAIZ
En el rÍo salado revolotean las gaviotas
y los niños
los peces peregrinan danzando cuando sube
la marea
los rayos de sol abren sus ojos con
fuerza
reposando la luz en los granos de arena
blanca
y en los agujeros por donde huyen los
cangrejos.
El pueblo emerge de una noche de verano
con un vestido blanco recién planchado,
la sal cura las heridas nocturnas,
la brisa del mar recorre sus estrechas
calles
vivificando los sentidos aletargados,
las calas arropan a lo lejos al faro
y el castillito saluda a la iglesia de
las virtudes.
La playa desierta se despereza con las
olas.
Allí me veo de niño viendo las barcas
llegar,
Allí, marineros con grietas en la piel
mimando las redes.
Vestigios
en blanco y negro que hoy cuelgan en las paredes,
como aderezos de una fiesta improvisada.
Aquella magia permanece viva en los
patios,
en los escalones altos de las entradas,
en las cortinillas de canutillos,
en el dejillo al hablar,
en el olor a carbón y a sardinas,
en su manteca colorá,
en la luz proyectada hasta el horizonte.
Conil, es blanca como la espuma de su
mar,
Déjame enamorarte c on mis recuerdos
inundados todos de su cal.
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